
Hace algunos meses asistí a una conferencia sobre hidratación en la que los panelistas dieron a conocer un par de datos que llamaron mi atención. El primero: cuando sientes sed y tienes la boca seca, es porque ya estás en un grado medio de deshidratación. El otro dato: el cerebro no puede funcionar correctamente cuando le falta agua.
El último dato me llamó mucho la atención, así que busqué un poco más al respecto. Entre otros estudios, hallé uno que la Armada de los Estados Unidos llevó a cabo para medir la resistencia de los individuos en jornadas largas. El estudio fue realizado con 54 atletas, hombres y mujeres, y los resultados mostraron que la pérdida de fluidos durante largos periodos de ejercicio impacta no sólo a ciertos órganos como el hígado o los riñones, sino también al sistema nervioso, con lo que las funciones cognitivas y el humor de las personas se ven afectados. Lo más curioso del estudio es que la deshidratación que los voluntarios reportaron después de hacer ejercicio, es similar a la que experimentamos a lo largo del día mientras realizamos nuestras actividades cotidianas.
Todos los seres vivos, cuando somos privados de líquido en situaciones adversas, nos ponemos a la defensiva y entramos en un estado muy similar al estrés. Sin embargo, en vez de producir adrenalina para mantenernos alerta, al deshidratarnos caemos en una especie de letargo, confusión y fatiga crónicas. Esto ocurre debido a que se pierden proteínas y minerales, tales como el potasio y el magnesio, necesarios para el buen funcionamiento del sistema nervioso.
Atender a los niños, mantener en orden la casa, estudiar, viajar e incluso conducir son actividades que requieren de toda nuestra atención. Por eso, lo más recomendable es hidratarse constantemente para no hacer que el sistema nervioso trabaje "en seco", ya que esto aumenta la carga de estrés. Por lo tanto, no esperes a ponerte de malas y hazle caso a tu cuerpo; un vaso de agua puede hacer la diferencia entre una mala cara y un día muy provechoso.
Aquí te damos tres claves básicas para saber si estás bien hidratada:
1. Observa el color de tu orina, si es demasiado concentrado, entonces requieres tomar más agua.
2. Tus labios y tu piel son excelentes indicadores; si aún después de aplicarles loción hidratante y bálsamo, continúa la resequedad, tal vez necesites aumentar tu consumo de líquidos.
3. ¿Te duele la cabeza sin explicación o tienes hambre a deshoras? Antes de tomar analgésicos o correr a la tiendita por un tentempié, toma un par de vasos de agua y espera algunos minutos a ver si te sientes mejor.
Como siempre, es importante tener en cuenta que si presentas sed, sudoración o micción (orina) anormales con respecto a tus propios "estándares", hay que consultar al médico.
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