Por: Diana Cortes
Acceder a los espacios del conocimiento debería ser algo libre y natural como respirar. Sobre todo un domingo por la tarde en el que la tranquilidad despierta ese lado intelectual que todos llevamos dentro, y es precisamente en ese momento cuando leer un buen libro se convierte en un pequeño capricho que hay que satisfacer.
Al existir pocas librerías especializadas en la capital tamaulipeca, el lugar tradicional para encontrar una publicación de calidad, es el la Librería del Conaculta, ubicada a un costado del Tamux.
Al llegar a las instalaciones de la librería, grata fue la sorpresa al saber que no estaba abierta, a pesar de que se sabe que cierran a las 6 de la tarde. Al preguntar, nadie en el interior del museo podía dar información al respecto. Incluso hasta el vigilante desconocía de inicio el horario de atención y mucho menos sabía si el empleado que atiende la librería estaba en su “hora de comida” o ya se había marchado a su hogar.
Mientras estábamos en el lugar, un joven de nombre Rafael, estudiante de la UAT, llegó a las puertas de la librería y preguntó al encargado de seguridad porque no se podía pasar, la respuesta que obtuvo fue “Me parece que el chavo de la librería salió, creo andaba por ahí abajo. Espérate unos minutos a ver si regresa”.
La respuesta molestó a Rafael, sobre todo por la indiferencia del empleado, por lo que le cuestionó nuevamente el horario y le dijo que él había llamado por teléfono y le habían dicho que cerraban hasta la 6 de la tarde y entonces no se explicaba porque si eran las 4:30 ya estaba cerrado.
“Mira, creo que cierran a las 5 o 6 de la tarde, la verdad no se, deje preguntar”, agregó el empleado, al mismo tiempo que hablaba por su “radio interno” para indagar por el paradero del encargado del espacio de lectura, quien hasta el momento brillaba por su ausencia.
No solo Rafael esperaba a que abrieran la librería, también llegó una ama de casa junto a uno de sus hijos quienes pretendían buscar un libro que le pidieron en la escuela, y cuál fue su sorpresa, que al llegar ya estaba cerrada la librería.
“Ya me había pasado algo igual, hace meses, pero en aquella ocasión el encargado de la si estaba, lo que ocurres que había salido unos minutos a arreglar un asunto y tuve que esperar a que regresara”, explicó la ama de casa.
“Se supone que hay un horario y creo que aquí no lo respetan. Por lo menos a mí eso es lo que me ha tocado, no se si a otros les haya ocurrido lo mismo y la verdad es molesto estar esperando”, agregó.
Por su parte Rafael comentó que “ojalá hoy sí den servicio, porque vengo desde lejos y con eso de que no hay microbuses que me dejen hasta acá, tengo que caminar y es un poco pesado”.
Después de unos minutos el guardia regreso con la tan esperada respuesta y señaló “oye dicen que el chavo de la librería ya se fue, es más ya no veo su carro en el estacionamiento”.
Ante la respuesta Rafael, preguntó si no había otra persona que pudiera atenderlo y abrir la librería, puesto que necesitaba con urgencia un libro. La respuesta fue un rotundo no y sin más explicaciones el empleado se alejó.
“No se vale, se supone que cierran hasta las 6 de la tarde y yo que vengo gastando mi dinero del pasaje, además caminé más de 20 minutos y todo para nada. Deberían avisar o mínimo poner más empleados para que atiendan la librería”, dijo enojado Rafael.
La molestia de los visitantes a la tienda y al museo en general es el burocratismo, así como la falta de seriedad en algunos de sus empleados y básicamente de quienes están encargados de la librería del museo, puesto que la mayor parte de la gente que acude a las instalaciones, pierde tiempo al asistir y no encontrar servicio en el lugar.
Ante esta situación, bien valdría la pena que las nuevas autoridades del Tamux, echaran un vistazo al funcionamiento integral del complejo deportivo y cultural, todo ello en beneficio de los victorenses.
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